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Elecciones y Ciudadanía 2.0: Apreciaciones sobre las campañas propagandísticas en la Web

Juan Nicolini

Juan Nicolini

elecciones - consultora interactua

 

Ya es evidente que el Marketing ha afianzado estrategias en la Web, siendo ésta (con las redes sociales a la cabeza) el campo más fértil para transmitir todo tipo de mensajes.

Claro está que el ámbito de la política no escapa a estas cuestiones, y en este 2015 los argentinos nos encontramos con un panorama tecnológico muy diferente al de las últimas elecciones presidenciales de 2011, no sólo en cuanto al avance y la ampliación de tecnologías, sino también cualitativamente, por el modo en que las personas hacemos uso de estas nuevas alternativas del Social Media.


La naturaleza de la Web 2.0 (con los pros y contras que ya han sido largamente analizados), demandó a los candidatos, partidos, estructuras proselitistas y distintos movimientos políticos a trazar estrategias de comunicación para optimizar su mensaje en base a objetivos: juntar adeptos, compartir ideas, debatir, transmitir mensajes de gestiones. Lo cual llevó a incluir dentro de los equipos de trabajo a profesionales de Social Media, perfeccionando estrategias de Marketing Político y armando una estructura con funciones, público y objetivos claros.

En un año electoral esta estructura es más visible, sumándose al resto de los discursos que entran en juego en el océano de datos web, colaborando con el anclaje información/desinformación.

Ahora, si bien ha habido debates sobre cómo planificar mensajes proselitistas eficaces en la Web, se han elaborado teorías sobre cómo organizarnos en semejante campo virtual, se han establecido parámetros, etc, pienso que aún no ha habido un análisis verdadero sobre la otra pata de este juego: el usuario/ciudadano2.0/votante… Es decir nosotros.

Querramos o no, estar en redes sociales nos convierte en Prosumers. Es decir, no sólo en meros receptores de información si no en productores de nuevos mensajes: un “me gusta”, un retweet, un comentario o compartir una publicación ya es un mensaje enviado por nosotros. Y el concepto de “uso consciente/responsable” no está latente. Muchas veces no nos damos cuenta de la implicancia que esto tiene porque interactuamos con fotos de gatitos, mensajes de amor y videos graciosos. Pero cuando se trata de información, muchas veces la vorágine 2.0 no nos da tiempo para el ojo crítico del mensaje.

Podríamos decir que hoy por hoy hay mucho “pescado podrido 2.0”. Si bien esto no se limita a campañas políticas que sobrevaloren o difamen a cierto candidato, es paradigmática la cantidad de cuentas fakes que remiten a personajes de la política y otros movimientos que se encargan constantemente de inyectar información que sigue la misma lógica de la información web (con las fuentes carentes de sustento como “según informan allegados a tal partido…”).

¿Cómo pararnos ante esta situación? Aquí planteo una serie de acciones, desde mi humilde posición de usuario 2.0.

  1. La famosa frase de la crítica de medios dice “antes que escuchar una sola voz, mejor no escuches ninguna”. Por eso, si nos resuena un mensaje en redes sociales lo mejor es contrastarlo con otros medios. Ya sea con otra página web, otra plataforma, el diario, la radio etc.
  2.  Posteos de cuentas oficiales. En Facebook y Twitter, las denominadas cuentas oficiales de instituciones y personajes públicos son identificadas con un tilde azul junto a su nombre, justamente para diferenciarlos de cuentas falsas. Aún así hay muchos que sostienen que el famoso tilde azúl no es 100% seguro. A lo cual redoblo la apuesta en el punto 3.
  3. Análisis de la cuenta del emisor del post: cuántos seguidores tiene, posicionamiento, datos de su biografía (en esta última, muchas veces veremos que no tienen ningún dato, o veremos algún correo o nombre que nada tiene que ver con el personaje o la institución, lo cual nos da un parámetro de fiabilidad).

No es esto una llamada a la acción de investigadores y refutadores de mensajes políticos. Pero sí una serie de modestos tips para tener criterios de observación, si es que entramos a consumir y ser afectados por las campañas en redes sociales.

Así como el trabajo a conciencia como ciudadanos offline hace de vigilante de las gestiones de las instituciones, y ayuda a redoblar esfuerzos en pos de un mejor trabajo para la sociedad, formar un ojo responsable, o por lo menos un criterio de lectura más profundo de los mensajes en la red, obligará a profesionalizar y perfeccionar el trabajo a conciencia en Social Media. Y así separar las aguas entre los “posteadores” y los verdaderos profesionales del Social Media.

Juan Nicolini
Community Manager
Consultora Interactúa

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