Hace unas semanas Facebook lanzó sus “Stories” y llovieron los comentarios alusivos a que estaba copiando a Instagram Stories, que a su vez le había copiado a Snapchat…
Negación, quejas, defensa de la “naturaleza” de nuestra plataforma favorita, curiosidad, uso y adaptación parece ser el ciclo que seguramente repetiremos cuando ya tengamos en nuestros celulares Whatsapp Status o Estados de Whatsapp, lo que se avecina como la siguiente reproducción del fenómeno de los mensajes multimedia efímeros (la cual, coincidamos, es la actual Diva 2.0).
Ahora bien, estos parecidos que se generan en el clan Zuckerberg -y que también podemos encontrar entre Pinterest y las “Colecciones de Google Plus” (¿En serio? A pocos le importa…. pero esas redes también cambian)-, provocan reparos y comparaciones en mayor nivel porque son cada vez más evidentes, dado que mezclan los núcleos fundamentales de cada plataforma. Y todo ha tomado mayor repercusión cuando Facebook, quien parecía el todopoderoso intocable, se rindió a traer la impronta de un pequeño pero particular Snapchat.
Sin embargo, éste es un comportamiento que viene de años, cuando allá por 2014 Twitter cambiaba su formato de perfiles, disponiendo la foto de éstos y la de portada de una manera similar a Facebook.
Luego éste comenzó a utilizar los Hashtags…
Luego aquél sacó el Fav (en una osada acción que a varios tuiteros nos hizo perder la Fe en Jack)…
Facebook Live se hizo popular y comenzamos a transmitir videos en vivo, y debajo de él se escuchaba el ahogado grito de un precursor pero efímero Periscope. El video fue tomando lugar y, a pesar de no levantar cabeza con Plus, el grupo Google tiene en Youtube un estandarte que por el momento parece ser intocable.
Gradualmente los parecidos se fueron haciendo más evidentes, producto de un cambio de dirección en los usos de redes sociales: Las “tribus” 2.0, los fundamentalistas de determinada plataforma, el target de una aplicación, poco a poco se fueron borrando.
De la polarización tanto de redes como de sus usuarios en busca de LA red social, se viró progresivamente a un comportamiento integral que tiene sus detalles distintivos (los 140 caracteres, los “está en una relación”, el hecho de que alguien que no tiene tu teléfono no pueda encontrarte en Whatsapp…) pero que sin embargo tiene muchas más similitudes que diferencias. Es parte de un lenguaje que adoptamos nosotros y que la plataforma lo interpreta (a la vez que, obviamente, lo vende), porque debe analizarlo e integrarlo. Si no, posiblemente queden fuera de la Babel 2.0.
¿Es esto algo malo?
El usuario que comenta “Facebook estás cada vez más Snapchat”, es porque conoce la otra aplicación y seguramente la utiliza. No hay nada de malo en sumar algo que hacés y disfrutás en otro lugar. Distinto sería sumar acciones que un usuario no realiza en otras redes, o características y herramientas que éste no utiliza (por algo se ha mantenido la distinción de los 140 caracteres de Twitter).
El actual paradigma tendrá siempre un círculo en el cual se innova, llama la atención, se integra, se reproduce y se convierte en hábito. Esto es inevitable porque no responde a una plataforma, sino a la demanda de formas de comunicar. Las redes sociales así lo han entendido: la cuestión no es la distinción, sino la permanencia en el tren 2.0. Como Facebook y Twitter: un lustro copiando/permaneciendo.
Juan Nicolini
Social Media Manager
Consultora Interactúa